Electromovilidad, litio y Salar de Atacama: Desnudando un santo para vestir a otro

Envie este Recorte Version de impresion de este Reportaje Publicado el 18 de junio de 2019 Visto 149 veces

Hace pocos días un informe de la agencia Bloomberg dio cuenta de cómo el boom de los autos eléctricos podría aumentar las ya graves consecuencias sociales y ambientales de su extracción en el Desierto de Atacama.  Alertó sobre cómo una política pública que se promociona como positiva -la disminución de los vehículos con combustible fósil- puede, sin embargo, tener impactos negativos insospechados.

Esta supuesta paradoja no es nueva.  Se dio constantemente durante el cuestionamiento a la construcción de múltiples y gigantescas represas en la región de Aysén.  En varias ocasiones se aclaró que el rechazo a HidroAysén y Energía Austral en la Patagonia no podía significar pavimentar el norte con paneles solares, tapizar Chiloé con centrales eólicas y el sur con centrales de paso.  Si eso se tenía en mente (y es lo que en efecto ha ocurrido), no se entendía el fondo de la discusión.

Por cierto que el paradigma full electric seduce.  No sentirse responsable del calentamiento global o de los contaminantes locales que emergen del tubo de escape es una linda imagen para el corazón verde que todos cobijamos.  Más aún en el año en que seremos anfitriones de la COP 25, el encuentro ambiental planetario por excelencia.

El problema es que en términos energéticos, uno de los principales ámbitos en los cuales ha incidido negativamente el ser humano en el planeta, lo que nos trajo hasta acá no es solamente la tecnología utilizada. Tampoco la fuente de generación, a pesar de lo que se reitera desde todos los sectores.  Es, principalmente, una forma de relacionarnos no solo con la naturaleza sino con otros seres humanos, lo de hoy y los que vendrán.  Es nuestra forma de habitar, la que indefectiblemente debe ser modificada.  Por lo menos por parte de quienes mayor presión hacen sobre los ecosistemas locales y a nivel global.

El informe de Bloomberg deja en claro que para sostener el mercado de los autos eléctricos es fundamental el aumento de la disponibilidad de baterías recargables. Hoy el principal insumo de esta es el litio, que en el Salar de Atacama encuentra uno de sus depósitos más grandes.  Dato: en 2018 Chile exportó unos US$ 1.000 millones del mineral blanco, cuadruplicando el monto de exportación de 2014. 

Esto ha significado un aumento de la presión minera en la zona, con los consiguientes impactos en la calidad y abastecimiento del agua.  “Extraer el litio de Atacama significa bombear grandes cantidades de agua y extraer el barro salado conocido como salmuera, y eso tiene un impacto irreversible en el ambiente local. Aquí, en esta zona remota de los Andes, la misión esperanzadora de salvar el planeta a través de automóviles eléctricos es destruir un ecosistema frágil y agotar las reservas de agua potable” señala la publicación.  Algo que ya sabemos de todas las actividades de extracción minera de las cuales nuestro país se siente tan orgulloso.

Esto me recuerda la discusión sobre la instalación de nuevos casinos en el país.  Una iniciativa que, se dijo, redundaría en el turismo de las ciudades beneficiadas.  Coyhaique entre ellas. En mayo de 2012 inició sus operaciones en la capital regional el Dreams.

Sin entrar en la discusión sobre el impacto en el desarrollo económico local de este tipo de negocios, lo paradójico fue que en la discusión de la Ley 19.995 que permitió la ampliación territorial de dicha salas de juego nunca se mencionó la palabra ludopatía. Tampoco se discutió sobre el impacto de la adicción al juego.  Basta revisar la historia de la ley para dar cuenta de aquello. Este hecho demuestra la falta de responsabilidad en materia de diseño e implementación de políticas públicas en el país, tanto del Parlamento como del Ejecutivo.

Similar ocurre con la electromovilidad.  

De parte de las autoridades que la impulsan, y las compañías y ONG’s que la respaldan, no se escuchan voces sobre sus múltiples impactos asociados: psicosociales al intermediar al máximo la vida de las personas a través de una fuente secundaria de energía como la electricidad (perdiendo el ser humano el directo contacto con la naturaleza) y socioambientales tanto en el proceso de extracción como de generación, transporte y distribución. 

No pueden decir los promotores que estos oídos sordos es por falta de conocimiento, trabajo que múltiples dirigentes, organizaciones y comunidades afectadas han venido planteando desde hace ya tiempo, y que en febrero de este año se materializó en el Observatorio Plurinacional de Salares Andinos, en el marco del seminario “Electromovilidad, Boom del Litio y Sustentabilidad en los Territorios” organizado en San Pedro de Atacama.  Y en varias ocasiones previas se ha planteado también como un tema a evaluar: Los Supersónicos o el desembarco de la utopía "full electric" y Electromovilidad y COP25 en Chile: ¿Cambiando para seguir igual?, son pequeños y acotados ejemplos.

No incorporar estas variables es simplemente no entender la profundidad de la crisis civilizatoria en que nos encontramos.  De no ocurrir estaremos simplemente desnudando un santo para vestir a otro.  O, lo que es peor, saltando del sartén al fuego.

 



Más información sobre Litio