Chile la aristocracia del Cono Sur

Notas de viaje desde Arica hasta Calama. Luego a Valparaíso y Santiago. Reproducimos solo lo que nos corresponde, pero en la fuente pueden leer el artículo completo.

Envie este Recorte Version de impresion de este Reportaje Publicado el 02 de septiembre de 2016 Visto 154 veces
Valle de la Luna, en San Pedro de Atacama. / J. M.
Antenas de ALMA que configuran el observatorio astronómico más grande del muno. La foto está hecha a un cartel de sus instalaciones. / J.M.

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La etapa siguiente nos lleva a San Pedro de Atacama, un lugar mítico que, para este viajero, ha supuesto la gran decepción del viaje. A San Pedro se llega tras recorrer 490 kilómetros por el más polvoriento desierto que uno pueda imaginase y pasar por Calama, una ciudad minera en el que se encuentra la mina de cobre más grande del mundo, la de Chuquicamata; mina “famosa” también porque hasta ella llegó el Che Guerava, en su mítico viaje por el continente –recreado en la película Diarios de motocicleta–  con el fin de seguir alentando ese sueño de liberación para la clase obrera.

Calama no es más que un cruce de caminos, nacida al abrigo del negocio minero y atrapada en sus garras. Aquí la población se está envenenando con el agua que contaminan las empresas. Los acuíferos, de los que el 80% se quedan las minas, están muy afectados. “¿Ve usted estas manchas blancas en mis brazos? Son por el exceso de arsénico que hay en el agua. Y cada día nacen más niños con cáncer… Vamos a morir envenenados”, me cuenta María Magdalena de Matulic, mi compañera de asiento en el autobús que nos lleva a San Pedro, y activista del Grupo de Mujeres en Lucha por Calama.

San Pedro… ¡Ay, San Pedro! Puede que a este pueblo le ocurra lo que a la gallina de los huevos de oro: que acabe muriendo de éxito. Nada más pisar la calle Caracoles, vía principal de esta aldea remota que no tenía agua corriente ni luz eléctrica hasta hace 15 años, al viajero le entran ganas de huir. El espacio que se antojaba propicio para una “experiencia iniciática”, rodeado de lagos salvajes entre nieves perpetuas a 5.000 metros de altitud, géiseres, volcanes nevados y valles increíbles como el Valle de la Luna, es ahora un laberinto polvoriento (o un barrizal en invierno), inundado de agencias de viajes (puede que haya más de un ciento) restaurante (más que viviendas), albergues, pensiones, hoteles… levantados en corrales, cuadras de ganado, barracas de madera… Una marabunta de gente, mochilera y en coches de lujo, que se desplaza en todoterreno o en pequeños autobuses, para explorar, devorar más bien, los secretos de esta región que cada día lo son menos.

Antenas de ALMA que configuran el observatorio astronómico más grande del muno. La foto está hecha a un cartel de sus instalaciones. / J.M.
Antenas de ALMA que configuran el observatorio astronómico más grande del muno. La foto está hecha a un cartel de sus instalaciones. / J. M.
De aquí, aparte de lo dicho, el viajero sólo se llevó la sensación de que le tomaron el pelo con los precios desorbitados en restaurantes y hoteles, el engaño continuo con la ambigüedad de si… no… deje usted la propina.  Menos mal que seis meses atrás habíamos reservado visita por Internet, que resultó ser muy, muy interesante, a ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), el observatorio astronómico más grande del mundo. Éste está gestionado por una asociación sin ánimo de lucro formada por EE UU (25 antenas), Europa (otras 25) y Asia del Este (16). En total, 66 antenas móviles que conforman un único telescopio de 16 kilómetros de diámetro. ¿Y por qué está ALMA aquí? “Porque esta región es una de las más seca del planeta, la humedad relativa del aire apenas llega a un 5%; y esta es condición imprescindible para la mejor observación del espacio”, explica Thais, la guía que nos acompaña.

Y, “visto el cielo”, ya sólo queda huir de aquí. Dejamos San Pedro y volamos a Santiago. Un salto de 1.634 km. en apenas dos horas que el viajero entretiene observando cómo el paisaje desértico ocre desaparece sustituido por el tenue verdor de los valles, los bosques y, finalmente, las fértiles vegas en las inmediaciones de Santiago.
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