Don Cecilio nació en el Ayllu de Beter, hijo de esforzados pastores y agricultores atacameños. Ya a inicios de su adolescencia vivió un evento relevante en su vida que fue sobrevivir al impacto del rayo y despertar con entendimientos de sanación y cultivo de la experiencia espiritual del mundo andino que desarrolló durante toda su vida.
Haber nacido con un don, como él expresaba, le permitió siempre con gran disposición ayudar a quienes de distintos territorios le solicitaban su asistencia. Aun cuando él se declaraba un yatiri no completo, desarrolló a lo largo de su vida importantes experiencias de medicina originaria, a través de la lectura de la hoja de coca y conocimientos de plantas medicinales del desierto de Atacama.
Susto, mal de ojo, recuperación de alma, pago a los abuelos, separación del alma y pago a la tierra, entre otros saberes, constituyeron el valioso aporte de Don Cecilio al bienestar de las personas.
La práctica de sus costumbres fue con humildad y generosidad. No escatimaba esfuerzos en compartir sus sabidurías a través del pilar fundamental del vivir andino, la reciprocidad, el ayni. En sus ceremonias no era extraño que Don Cecilio en pocas palabras explicaba el porqué de la costumbre y como se practicaban, siempre acompañado de su chuspa, unkuña y manto.
Si escudriñamos su mensaje comprenderíamos por ejemplo que la costumbre como el pago a la tierra es comunitaria, no es excluyente, o que la experiencia espiritual en el mundo andino se vive en el cotidiano como un modo de vivir en un presente continuo, fundamento del candor de nuestro hogar comunitario que es la tierra. Si así fuera el actual suceder, tal vez no estaríamos frente al innegable deterioro de nuestra identidad andina, patrimonial y cultural.
La partida de Don Cecilio deja un profundo vacío en la comunidad, porque tal vez no se dieron las condiciones para legar sus conocimientos y porque la cosmovisión del mundo andino es así: se nace yatiri.
Para generarnos tranquilidad más de una vez expresó “tal vez alguno de mis nietos nace con este don”. Así es la magia y sabiduría originaria andina, en cualquier momento nace un yatiri, un modo de vivir milenario conservado en el tiempo a través de linajes culturales y relacionales que esperamos sinceramente no se extingan.
La ceremonia de su partida fue sincera, sencilla y profunda, como fueron sus últimos días en Solor, viviendo al borde del ayllu, casi al lado del volcán.
Adiós amigo Cecilio.