CUÉNTAME UNA DE WAKEROS

Envie este Recorte Versión de impresión de esta Opinión Publicado el 28 de noviembre de 2021 Visto 550 veces

Érase una vez un pueblito del lejano desierto donde habitaba una tribu de pacíficos originarios que llamaremos primordiales solo por hacer una alusión a Lovecraft.

Hay que decir que es muy posible que hasta el día de hoy no sabríamos nada de estos primordiales si no fuera por el advenimiento de un personaje de otro país, de otro continente, que llegó investido con el poder de establecer la diferencia entre el bien y el mal.

Creo que está de más decir que lo que él hacía y decía era lo que estaba bien. Su nombre de ciudadano europeo parece perderse en las tinieblas porque los habitantes de la comarca comenzaron a llamarlo a sus espaldas “el wakero”.

Este nombre proviene de la lengua de los primordiales y tiene que ver con su comportamiento algo enfermizo y digno de un cuento de Lovecraft, tipo “La Cripta”: coleccionaba las osamentas de los ancestros de los primordiales en una cripta que él llamaba “museo” y que en verdad parecía un museo pero del terror.

En su demencial tarea, llegó a abusar de ese extraño poder del que estaba investido, y nunca le pidió permiso a ningún primordial para proceder a la profanación de los sitios funerarios.

Con el tiempo llegó a acumular una considerable cantidad d cuerpos y objetos funerarios que puso en exhibición, a cambio de una contribución en efectivo. A su modo, hizo publicidad a su colección y empezó a llegar gente de todo el mundo a contemplar y a fotografiar esa impresionante cripta.

La comarca y él mismo adquirieron notoriedad entre los curiosos y poderosos del planeta. Vinieron de su país de origen y aprovecharon el viaje para llevarse algunas piezas de oro que fueron reemplazadas por réplicas; y en un rapto delirante se hizo retratar junto a nefasto gobernante militar que también tenía una inclinación morbosa por juntar cadáveres pero para hacerlos desaparecer.

Hasta el día de hoy se desconoce el paradero de esos cuerpos. Todo muy digno de Lovecraft o de Poe.

Con el tiempo, los primordiales reclamaron respeto por sus ancestros y poco después de la muerte del wakero, los cuerpos fueron retirados de la exhibición, lo que indignó a todos los morbosos del mundo que parecen gozar con cierto voyerismo macabro, pero no hubo vuelta atrás y por algunas décadas imperó algo de criterio que tenía la apariencia de respeto.

Pero las tinieblas infernales no cesan en su deambular de ánimas en pena y envuelven sórdidas sombras con miasmas deletéreos que parecen provenir del mismo Hades. Presencias siniestras que se escurren entre las oscuridades demenciales y los horrores espectrales vuelven a la comarca como una maldición del más allá sobre las huellas del europeo coleccionista de huesos.

La pesadilla regresa con nombre de mujer, en pleno siglo XXI, en plena pandemia, y una pestilencia de azufre inunda la comarca y deja una estela de indignación y terror entre los primordiales.

Edgardo Alan Demon
Sofista, activista, perista, pesimista, crítico
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