Una final inesperada.
(Un comentario sobre Rugby)

Envie este Recorte Versión de impresión de esta Opinión Publicado el 24 de octubre de 2011 Visto 621 veces
Como en 1987, la final de la Copa Mundial de Rugby se vuelve a repetir en el mismo escenario, con los mismos protagonistas.  Francia se enfrentaba a los siempre favoritos All Blacks de Nueva Zelanda.  Las predicciones inclinaban la balanza al equipo local, no sólo eso, se esperaba sin duda de una victoria fácil, algunos entusiastas pronosticaban una severa goleada.  El equipo Maorí por años ha encabezado el ranking de la IRB, tenía la ventaja de ser sede del torneo, factor que supo aprovechar, aplastó a todos sus rivales por amplios marcadores en la fase de grupos incluyendo a la propia Francia.  En los cuartos de final de dio cuenta de Argentina para después, en semi finales toparse con sus archirrivales Australia que venían de ganar el Torneo de las Tres Naciones, precisamente en último partido contra los neo zelandeses.  Pero esta era una nueva contienda y el equipo de negro ganó de forma contundente sobre el otro equipo del Hemisferio Sur.

Por su parte lo de Francia es otra historia, es más espinosa, llena de tropiezos, caídas y un impresionante regreso.  La versión pasada del Mundial fue en su propio patio, desde entonces llevan la pesada carga de fantasmas sobre sus hombros.  Dos derrotas inesperadas contra Argentina, la más dura, en su último juego por el tercer puesto, perdieron el bronce.  El equipo francés lleno de estrellas quedó en duda en sus siguientes participaciones por cuatro años.  Para este mundial no estaba entre los grandes favoritos, se esperaba una participación mediocre, tal vez una clasificación a cuartos, pero sin encantos y si muchas críticas que desde antes les llovían.

Llegaron al Mundial con pocas expectativas, en parte se debe a los conflictos internos que sufrían, un equipo dividido, sin ánimo y sin espíritu.  Las características eran un entrenador que no se entendía con sus jugadores, jugadores que no se coordinaban entre ellos dentro y fuera de la cancha, en pocas palabras no eran un equipo.  Lograron ganarle a Japón y a Canadá sin demostrar la gloria que recubría al equipo en otras épocas.  En la fase de grupos cayeron ante los imbatibles de Nueva Zelanda, ninguna sorpresa.  La sorpresa se presentó en el siguiente partido.  Era increíble, la pequeña, pero decidida Isla de Tonga no le dio tregua a Francia desde que mostraron su danza de guerra el Sipi Tau.  Francia estuvo desconcentrada, confusa, no pudo encontrar la fórmula para vencer a un equipo que en el papel era inferior, pero estaba inspirado hasta obtener el triunfo sobre una de las potencias del rugby mundial.
En la primera ronda obtuvieron dos victorias, dos derrotas, apenas clasificaron y su rival era Inglaterra, el finalista del mundial pasado, además habían derrotado a Francia en su último juego en el Torneo de las Tres Naciones y venían de clasificar invicto.  Las perspectivas para Les Blues eran negras.

Inglaterra partía como favorito contra un equipo que estaba derrotado en lo interno.  Pero ocurrió lo inesperado, antes del juego el equipo francés se reunificó.  Era un equipo diferente, otro espíritu y otro estilo de juego lo que los llevó a ganar, dejaron atrás a Inglaterra y de frente a las semifinales.

El siempre peligroso equipo de Gales ya había despechado a Irlanda y esperaba a los franceses en las semifinales.  Después de varios tropiezos durante un difícil y cerrado juego Francia, apenas por un punto 8 a 7 ganó, así obtuvieron el pase a la final.
Francia había tenido un cambio radical, al principio muy pocos daban crédito a un equipo que parecía destruido, mucho menos se esperaba verlo disputar la final.  Los seguidores fueron multiplicándose poco a poco a medida que el equipo mejoraba, empezaba a jugar más unido y de mejor actitud, el brillo que ha caracterizado al estilo de rugby francés volvía a resplandecer y hacía una competición más interesante al darle otra cara de lo que se esperaba.  El Mundial desde las notas de los especialistas se convertía una contienda que parecía monótona, lógica, sin discusiones, todas las posiciones y resultados estaban predichas por las estadísticas y los juegos anteriores. 

Por tercera vez Francia estaba ante el compromiso de una final mundialista.  A pesar del buen desempeño francés de menos a más, las esperanzas eran escasas ante los All Blacks.  Pero ellos también sentían la presión de jugar ante su público que exigía esta vez ganar otro mundial desde esa lejana alzada de trofeo en 1987.

Era un escenario interesante, por lo menos uno de los protagonistas no era el esperado y había recorrido su camino de forma inesperada.  Este juego fue muy diferente incluso desde antes de iniciarse.  La segunda final entre franceses y neozelandeses vio una nueva versión del Haka el Kapa O Pango, pero sus rivales no se intimidaron ante la tradición maorí, agarrados de las manos el equipo de Francia formó una V (de victoria tal vez) que avanzó ante los maorís, aceptando sin miedo el desafío.
Durante los primeros minutos era un juego defensivo, ambos equipos demostraban una gran fuerza y disciplina.  A los 15 minutos se abrió el marcador, un try producto de una jugada planificada.  Desde el Line a pocos metros de la zona de anotación los All Blacks encontraron un espacio amplio por donde apoyaron el ovoide, dejaron estáticos a los defensores franceses y exaltados al público local.  Lo que parecía el inicio de una noche llena de goles no pasó.  El medio scrum Piri Weepu estuvo errático y dejó el marcador 5 a 0.  La puntuación se mantuvo sin cambiar hasta el descanso. 

El inicio del encuentro prometía un juego emocionante, pero las fuerzas se agotaban, las iniciativas faltaban, los planes de juego se extinguían a medida que el reloj avanzaba.  Pero en el segundo período cambio la monotonía.  Embestidas de ofensiva dieron claras oportunidades de anotación que los pateadores no pudieron aprovechar.  Fue un tercer reemplazo Stephen Donald, quien se vistió de héroe, alguien que no pensaba jugar en el Mundial, tuvo la honra de meter un penal que puso la diferencia en 8, después de ese penal los isleños no volverían anotar ni un punto más.  Aunque eran los mismos equipos que se vieron las caras en la primera ronda, no era el mismo juego.  Casi enseguida el equipo del “Gallo” respondió con un Try de un jugador de actitud de nunca rendirse, Thierry Dusautoir, que para algunos por lo aportado, por lo hecho, lo consideran el mejor jugador del mundial, su compañero Francois Trinh Duc convirtió su anotación.   Sólo estaban a un punto de alcanzar a los invencibles All Blacks.

Los pateadores franceses fueron también inefectivos después de estar tan cerca de lograr hazaña se quedaban cortos o desviados.  La defensa de Nueva Zelanda se cerró hermética y no dejó  desarrollar la propuesta ofensiva de Francia.
El tiempo de juego concluyó, así como terminaba el sueño del primer trofeo que todavía no llega para las vitrinas del equipo de Francia.  Para Nueva Zelanda fue cumplir con un deber, con su propio sueño y dejar atrás los fantasmas de los mundiales pasados, al fin desde aquel primer mundial en 1987 gana por segunda vez, ahora no hay duda que es el mejor equipo del Mundo.  Francia tendrá que seguir esperando, pero no deja de ser un equipo fuerte.  Excepto en un solo Mundial no han dejado de estar en finales o semifinales, en este no fue derrota del todo, volvieron a ganar su propio respeto y orgullo en medio de tantas dificultades y por lo menos eso es lo que se espera de un buen equipo de rugby más allá de las victorias o las derrotas.

Jorge D’Orcy
Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan. 
Bierce, Ambrose.  Diccionario del Diablo. 
Sinónimos: Indio, indígena, cholo, nativo y cualquier otro grupo originario.
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