El despertar de un estado de densa latencia

Envie este Recorte Versión de impresión de esta Opinión Publicado el 23 de octubre de 2019 Visto 975 veces

Amig@s, me disculpo si esto es extremadamente extenso, solo intento compartir lo que pasa por dentro.

Buscar poner en orden las ideas en la cabeza. Comprender no solo el país en que vivimos, comprender el “montaje” de país que tenemos. Es efectivo, la mayoría de nosotros no hemos tenido poder alguno sobre las decisiones que el sistema político y la élite económica /social han echado a andar en Chile; somos espectadores pasmados.

La educación pública -completamente arrasada desde la dictadura- no ha vuelto a levantarse, es algo así como un espectro; los estudiantes cada tanto levantan la cabeza y algo de sus gritos agudos hace eco en nosotros, pero si un adulto cree que un chico de 16 o 17 años va a arreglar el país, está completamente jodido. 

Los gobiernos, a partir de 1990, han ido tirándonos miguitas de pan palomeras, la última fue la gratuidad en la educación. Eso no es casual para una sociedad que idolatra el hedonismo troglodita neoliberal, millones de seres humanos satisfaciendo necesidades banales que por su misma naturaleza vana se nos esfuman tan rápido como se nos presentan y el vacío nunca se satisface. ¿Qué desea con obscenidad el chileno? money. ¿Qué es lo único que le interesa administrar al Estado? money. 

Educación gratuita para que nos quedemos callados. Señora su cabro ya no paga así que na´ que chistar, cuando el derecho a educarse jamás ha debido pasar por el factor monetario, nos timaron una vez más porque lo que nunca han estado dispuestos a re-evolucionar es el modelo educativo; niños que se formen y desarrollen intelectualmente como exploradores de su realidad, para ser luego sujetos maduros con la confianza de transformar y construir los mundos imaginados en la infancia. No, nos pasaron un “voucher”, un cupón de supermercado, y el chiquillo te dice: profe si me reprueba pierdo la gratuidad (lo he escuchado más veces de lo que quisiera), pierde su boleto en el peor asiento de la micro. Su angustia es monetaria, su angustia es perpetuar la genealogía de pobreza de su árbol familiar. Le vendieron la merluza a sus viejos de que basta con que el cabro no pague, para que se desplieguen a sus pies alfombras rojas adornadas de bling-bling, y el cabro no sabe que diablos hacer porque no entiende lo que escucha, menos lo que lee; torpemente se encandila con el viral de turno porque su vida está ahí afuera, es un post.

Día a día hemos ido renunciando al cuidado de los espacios vitales comunes. My way, a mi manera, es lo único -que por ratos largos- parece importar en este país, salvar el pellejo como sea, a costa de quien sea, personas orgullosas de cagarse a otro, de robarse lo que encuentran en el camino, porque el chileno es “vivo”. 

No, y que vergonzoso decirlo, nos hemos vuelto sinvergüenzas (algunos seguro piensan: oye que te pasa, yo soy decente), Chile es gobernado hoy por un tipo que ha cometido una lista larga de delitos, un especulador, un tipo que ha evadido la justicia (podemos discutir si la “justicia” alguna vez realmente lo persiguió), un tipo que NUNCA ha creado un lugar donde trabajadores construyan efectivamente nada real, nada palpable, nada con la potencia de evolucionar la realidad. 

Pero de los pocos votos válidamente emitidos en las últimas elecciones, ganó la postura imberbe e ignorante de un grupo de personas que pelotudamente cree que el patrón les va a dar una peguita, les va a tirar una monea, que con un “empresario” Chile dejará de dibujarse en el mapa geopolítico latinoamericano para ir a figurar en algún mapa OCDE (que por supuesto no existe porque eso es solo un club), que con uno de ellos en La Moneda asegurarán su modelo de enriquecimiento infinito. 

Entonces si te asalta el flaite marginal y te roba el auto o te lanzea el celular o si las bandas de orcos incendian las periferias de tu ciudad, no es distinto del robo por debajo de la mesa que te hacen los tipos del papel para la higiene de nuestros traseros (una metáfora tragicómica del estado social), o de los pollos o de las farmacias. 

Pero la paradoja es que más allá de nuestros desahogos digitales, el flaite criminal -si lo atrapan- va a dar unos meses a la cana para embrutecer y sicotizar aún más la miseria de su humanidad, mientras los engolados bufetes de abogados de los holdings nacionales hacen las llamadas de rigor para resguardar la honra y el linaje de sus clientes, que en realidad son sus mismos familiares porque la endogamia de la élite chilena es siquiátrica; y así los chilenos nos hemos ido armando modelos arquetípicos de lo que es volverse un “triunfador”. 

Si te toca nacer en los márgenes de la sociedad o en el centro del poder, lamentablemente para muchos la forma se muestra exponencialmente distinta pero el fondo es común: como hacer de ti un “winner”, el King-narco o el millonario del año.

En filosofía existe un término: la “alteridad”, que explicado de forma simple tiene que ver con la percepción y la distinción que hacemos entre el yo y el otro, considerando que existen distintos tipos de “otros”, unos que no solo se ven como yo, sino que también son como yo, y otros que se ven en apariencia como yo pero que luego de observar sus rostros detecto que no son como yo. Viendo al país, viendo estos días de convulsión social habría que preguntarnos donde cada uno de nosotros a puesto a sus “otros”, porque cuando un constructo social se levanta sobre un andamiaje tan escandalosamente desigual, con millones buscando sostenerse arriba de tres coligües, y el mismo grupete histórico de des-almados solazándose en sus palacetes, el norte debiese ser bajarnos todos, dejar de actuar solo desde la pulsión, mirarnos a la cara y reflexionar si acaso el camino es irnos a vivir a sus torres de cristal o si queremos cambiar nuestro rostro por el de aquellos que nos han jodido la vida. 

La sociedad chilena lleva décadas renegando del pobre, del indígena, de la dignidad de las mujeres, del viejo, de la diversidad sexual, del migrante, de sus detenidos desaparecidos, de sus profesores, y un largo etc. 

Cambiamos sus vidas por el “rostro” de la tele que nos comió el cerebro, vas en la micro o en el metro y escuchas hablar del “Felipe, la Tonka, el Martín”, así como si fueran tus hermanos o tus hijos o tus amigos y NO, esas imágenes solo las proyecta una caja, son fantasmas, se nos instaló un miedo feroz a lo distinto cuando es precisamente ahí donde está la fuente de la creatividad, en el crisol de la inter/culturalidad, y podemos inventar el de la inter/vitalidad. 

La educación superior giró en su foco reflexivo y crítico hacia el discurso superficial del “emprendedor y el innovador” diciéndole a sus estudiantes que lo único que importa nuevamente, es lo que eres capaz de obtener para ti mismo, eres un yo que se enfrenta diariamente a esos otros.

Anoche todos escuchamos a Piñera decir que estamos en guerra, sin duda, el tipo está sicótico y es peligroso porque la masa informe responde como la han programado, los que tienen lucas salen histéricos a comprar la wea que sea con tal de acaparar, haciendo colas de cuadras y cuadras para cargar combustible para ir no se sabe a dónde cresta, y lo hacen para joderse al otro, al que tiene que ir a la pega igual para que el jefe no lo eche, al que no tiene niuno en el bolsillo, a su enemigo imaginario. 

Hemos leído a algunos que agradecen a los militares por estar en la calle, vemos a los noticieros transformando en una suerte de héroes de la república a los estamentos del orden público del país por estar haciendo su trabajo, como si no fuera esa su función. 

Nadie puede ser ingenuo en pensar que esto se resuelve con margaritas y palomas, pero no podemos ser tan básicos para aceptar que la fuerza militar tome el control de nuestras vidas, porque los tipos cargan balas y no necesitamos mártires. Muchos chilenos comunes y corrientes apostaron su seguridad personal para tener un país democrático, no para que una vez más sean los soldaditos de plomo los que se tomen Chile. 

El sistema político permanece desaparecido, no asoma la cabeza, podemos suponer que es porque teme escuchar que no nos representa, que son parte de la banda de cowboys que se repartieron el botín del asalto al banco. Sin duda, eso también es grave y no podemos paralizarnos, la respuesta somos nos/otros, re-educarnos entre nos/otros, usar nuestra inteligencia, ser empáticos con la dignidad desplazada de las vidas de muchos compatriotas.

De alguna manera, estos días se viven como el despertar de un estado de densa latencia, pero todos hemos tenido más de alguna vez la experiencia de despertar de una pesadilla, y todos sabemos que no es igual abrir los ojos e intentar respirar cuando en tus sueños tu vida o la de alguien a quien amas se desvanece, a diferencia de cuando abres los ojos por la mañana y la noche ha sido serena y has renovado tu energía creadora. 

Algunos podemos y decidimos salir a protestar a la calle, otros no pueden, sienten miedo o de frentón no quieren, la catarsis social por el solo gruñido no alcanza, al menos yo, creo firmemente que tenemos que hacer uso de nuestra razón, y llevarla a todos los planos de acción que podamos, cada uno en el espacio territorial que habita, puede parecernos ínfimo, pero somos responsables de que no nos vuelvan a adormecer.

 

Pamela Mansilla
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