Las delicias de la adultez

Envie esta Editorial Version de impresion de esta Editorial Publicado el 10 de Diciembre de 2014 Visto 331 veces

Ningún crecimiento humano, personal o social, es perfecto.

No hay en realidad patrones que puedan alcanzarse.

A diferencia de la educación, uno no pasa del primer al segundo curso con un 7. Nunca hay perfección en los avances.

Quizás uno de los pocos signos de madurez que uno puede alcanzar es entender esto: no se crece sin cicatrices, sin imperfecciones.

Eso nos pasa aquí en San Pedro.

Cuando yo era un niño, soñaba con ser grande y tener todas esas cosas que tienen los grandes. No comprendía entonces los costos que implicaban esas cosas que tienen los grandes.

Queremos la buena economía que trae el turista. Pero tenemos que aprender a soportar al turista y los precios que ellos pagan y nosotros también… tenemos que bancarnos el crecimiento de la población, junto con disfrutar de los frutos del “progreso”….

Y sobre todo, tenemos que aprender a reconocer que no somos perfectos, que hemos cometido errores y que es de adulto maduro asumir esos y corregir lo que se pueda y nunca, nunca, dejar de lado el pasado, para no cometer los mismos errores en el futuro, a pesar de esas voces ingenuas (e interesadas) que nos están constantemente diciendo que hay que hacer borrón y cuenta nueva.

Parte de la adultez es también reconocer lo que nos farreamos, lo que fue, lo que no fue y lo que nunca será…

San Pedro de Atacama, para bien y para mal, ha cambiado. Para bien y para mal, se ha convertido en una pequeña ciudad.

Claro, si comparamos la realidad hoy con lo que fue en el pasado, encontraremos motivos de queja… Que hay más delincuencia, por ejemplo. Por supuesto. ¿Qué esperábamos? ¿No sufrir el flagelo que sufre todo pueblo y ciudad de Chile? ¿Esperamos tener una completa dotación de carabineros, como no existe en ninguna parte de este país subdesarrollado?

Por supuesto, reconocer esto no es disponerse a la resignación y decir que nada se puede hacer. Hay mucho que se puede hacer.

Pero eso pasa por reconocer de donde venimos, quienes somos. San Pedro ya no es un pueblo indígena. Es un pueblo chileno. ¿Es eso bueno o malo? Es, no más.

Pretender, además, acentuar esas separaciones artificiales que algunos nos imponen es pretender ser un adulto esquizofrénico, un adulto con personalidad dividida. Disfrutemos pues las delicias de la adultez, asumiendo, también, los costos de la adultez.

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